31st Sunday of Ordinary Time / 31º Domingo Del Tiempo Ordinario

This month of November we remember our departed loved ones in our prayer as I keep them in my masses. In line with the Church’s Eucharistic revival, let me start sharing about our basic understanding of the Eucharist or the Mass. In the New Testament, the Mass was referred to as the “breaking of Bread” recalling the Last Supper when Jesus instituted the Eucharist. In those early days, its called the Eucharist, a greek word of thanksgiving. During the Mass, we gather together as Body of Christ to give praise and thanks to God. Later, Mass was called Holy Sacrifice recalling the sacrifice of Jesus on Calvary represented in an unbloody manner on the altar. The term Mass derives from the final dismissal of the Eucharist Latin “Ite missa est” which means “Go you are sent”. We are sent forth to live what we celebrate in the Holy Eucharist. Just as bread and wine are transformed into Body and Blood of Jesus by the power of the Holy Spirit, we are supposed to be transformed into Christ Holy and Divine presence soul and divinity. During the Mass, Jesus is present in four profound ways: First in the whole congregation gathered together to praise and worship. Second in the person of the priest acting “in persona Christi”. Third in the Word of God read or proclaimed and fourth in the bread and wine that becomes the Body and Blood of Jesus. When we come to mass, let s remind ourselves that we come not only to celebrate or attend but to have a personal encounter with God, to establish our strong bond with Jesus. Mass should be an encounter with Jesus person to person, heart to heart. Don’t just attend but rather feel and experience Jesus in the Eucharist. Amen!


Este mes de noviembre recordamos a nuestros seres queridos fallecidos en nuestra oración mientras los mantengo en mis misas. En línea con el renacimiento eucarístico de la Iglesia, permítanme comenzar a compartir sobre nuestra comprensión básica de la Eucaristía o la Misa. En el Nuevo Testamento, la Misa se conocía como la “fracción del pan”, recordando la Última Cena cuando Jesús instituyó la Eucaristía. En aquellos primeros días, se llamaba Eucaristía, una palabra griega de acción de gracias. Durante la Misa, nos reunimos como Cuerpo de Cristo para alabar y dar gracias a Dios. Posteriormente, la Misa se llamó Santo Sacrificio recordando el sacrificio de Jesús en el Calvario representado de forma incruenta en el altar. El término Misa deriva de la despedida final de la Eucaristía en latín “Ite missa est” que significa “Ve que eres enviado”. Somos enviados a vivir lo que celebramos en la Sagrada Eucaristía. Así como el pan y el vino son transformados en Cuerpo y Sangre de Jesús por el poder del Espíritu Santo, se supone que nosotros debemos ser transformados en Santo Cristo y Divina presencia, alma y divinidad. Durante la Misa, Jesús está presente de cuatro maneras profundas: Primero, en toda la congregación reunida para alabar y adorar. La segunda, en la persona del sacerdote que actúa “in persona Christi”. Tercero en la Palabra de Dios leída o proclamada y cuarto en el pan y el vino que se convierte en Cuerpo y Sangre de Jesús. Cuando venimos a misa, recordemos que venimos no sólo para celebrar o asistir sino para tener un encuentro personal con Dios, para establecer nuestro fuerte vínculo con Jesús. La Misa debe ser un encuentro con Jesús de persona a persona, de corazón a corazón. No se limite a asistir, sino más bien sienta y experimente a Jesús en la Eucaristía. ¡Amén!